SABER PERDERSE

Para seguir a Dios, es necesario aprender a perderse.

Perderse como Abraham, que, ya anciano, dejó su tierra y partió hacia lo desconocido.
Perderse como Moisés, que aceptó la difícil misión de guiar a un pueblo rebelde.
Perderse como María, que tomó un camino único, incomprensible para los demás.

Perderse significa deshacernos de nuestra existencia provisional para renacer en Dios. Así lo expresó el mártir Ignacio de Antioquía, condenado a ser devorado por los leones:

"Soy trigo de Dios: que me trituren los dientes de las fieras para convertirme en pan puro de Cristo. Mis pasiones han sido crucificadas; ya no me consume el fuego del deseo humano, sino que en mi interior brota una fuente que murmura y me dice: ‘Ven al Padre’.”

Tomar la cruz

Jesús nos advierte que seguirlo significa recorrer el mismo camino que lo llevó a la cruz. Para madurar en la fe, debemos renunciar a nuestra vida en el sentido de estar dispuestos a arriesgarnos por lo que es noble, en lugar de aferrarnos a la seguridad del futuro. Esto implica adoptar un estilo de vida basado en el amor y aceptar incluso el fracaso, según los criterios del mundo (Lc 17,33; Jn 12,23-25).

Cargar nuestra cruz significa asumir con libertad la obediencia y los sacrificios que Dios nos presenta cada día. Y en ese camino, descubrimos algo mucho más valioso que lo que sacrificamos: una libertad mayor y una felicidad más profunda (Mc 10,30).

Jesús dice: "de mí, por mí", y no simplemente "de Dios, por Dios". Porque Dios mismo ha venido en la persona de Jesús para llamar a nuestra puerta y proponernos compromisos concretos.

No avergonzarse de Cristo

Quien vive el Evangelio sin miedo al qué dirán, a menudo es atacado incluso por quienes exaltan la fe cristiana de palabra. Jesús advierte que vivimos en medio de una generación adúltera, es decir, de personas que no reniegan de Dios abiertamente, pero en la práctica sirven a otros dioses (Mt 6,24; Jn 8,42).



Comentarios

Entradas populares de este blog

Los Paganos

Cómo Descubrir la Misión para la que Dios te mandó a la Tierra [y cómo desarrollarla]